“Somos de Oleiros”, un homenaje a las manos que moldean la memoria

Somos de oleiros Aceites Abril

 

“Somos de Oleiros”, un homenaje a las manos que moldean la memoria.

En Aceites Abril rendimos homenaje al oficio de los oleiros, uno de los más antiguos e identitarios de Galicia. De este modo ponemos en valor el patrimonio gallego y renovamos nuestro compromiso con la tradición. Bajo el paraguas de “Haciendo Mejores a los Mejores”, lanzamos este mes de octubre “Somos de Oleiros”.

Un oficio que cuenta la historia de Galicia

Artesanía conectada históricamente con el hogar y el agro, no en vano los oleiros se valieron del barro durante siglos para crear las piezas necesarias para las tareas domésticas y agrícolas.

Un saber secular transmitido de generación en generación, que hoy sobrevive en varios enclaves gallegos como Buño en A Coruña, Niñodaguia en Ourense o Meder en Salvaterra do Miño, Pontevedra. Poblaciones en las que el barro continúa siendo símbolo de identidad, memoria y resistencia.

Un homenaje a los artesanos que mantienen vivo el legado

Con la campaña damos voz y rostro a cinco representantes de este oficio:

Antonio Pereira “O Rulo”, de Alfarería Rulo (Asociación Oleira de Buño, Malpica de Bergantiños), sexta generación de una familia de oleiros que ha elevado el barro gallego al diseño contemporáneo.

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Pablo Rodríguez, de Risco Estudio (Asociación Oleira de Buño, Malpica de Bergantiños), diseñador y artesano que une arte y tradición en un diálogo entre tierra y vanguardia.

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María Canedo, de Feituras (Asociación Oleira de Buño, Malpica de Bergantiños), que recoge la fuerza de tantas mujeres que, durante generaciones, trabajaron a la sombra, sellando hornos y decorando piezas, para transformar esa memoria en creación.

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Alejandro Añón, de Alfarería Añón (Meder, Salvaterra do Miño), heredero de la tradición familiar traída por sus antepasados desde Buño.

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José Vázquez, de Alfarería Agustín (Niñodaguia, Ourense), guardián de un saber que convierte el caolín en luz y color.

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El barro como lenguaje de identidad y futuro.

“Somos de Oleiros” reivindica el valor de la artesanía como motor cultural y humano, y la necesidad de preservar los oficios tradicionales como parte de nuestro ADN colectivo.

Recordamos que “es necesario volver a conectar con los orígenes, y poner en valor a las personas que mantienen vivo este legado y lo transmiten con el paso de los años. Los oleiros son una de las formas más puras de memoria colectiva y sostén de la identidad de Galicia”.

A través de las piezas y de las manos de sus protagonistas, las creatividades hablan de la relación entre tradición y modernidad, del equilibrio entre lo útil y lo artístico, y de la belleza que nace de la tierra cuando se trabaja con amor y cuidado.

 

Una campaña que conecta cultura, territorio e identidad

Esta iniciativa, continúa el camino de las anteriores campañas de la serie “Somos de…” (Entroido, Redeiras, Cantareiras, Sardiñas, Samaín…), en las que visibilizamos la riqueza cultural y humana de Galicia, reforzando su compromiso con el territorio y su tradición.

Un reconocimiento a las personas que, como los oleiros y oleiras, hacen mejor Galicia haciendo lo que mejor saben hacer: crear con sentido y con alma.

Continuamos nuestro compromiso con la promoción de lo local, el saber hacer tradicional y los oficios que forman parte de nuestra identidad.

Con “Somos de Oleiros”, recordamos que en el barro, al igual que en el aceite, la esencia está en el origen.

 

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Antonio Pereira “O Rulo”, de Alfarería Rulo (Buño, Malpica de Bergantiños).

Antonio Pereira, conocido como O Rulo, representa la esencia viva de la alfarería gallega. Con más de cuarenta años de experiencia y siendo ya la sexta generación de una familia de oleiros, su nombre es sinónimo de maestría y compromiso con el oficio. Desde su taller en Buño, combina la elaboración de formas tradicionales con esmaltes y acabados que dialogan con las nuevas tendencias, manteniendo un equilibrio entre respeto y evolución.

Recientemente ha sido galardonado a nivel nacional con el Premio de Honor de la Asociación Española de Ciudades de la Cerámica, reconocimiento a toda una vida dedicada al barro.

Su taller es punto de encuentro de generaciones, donde la tradición se comparte, se enseña y se renueva cada día.

Ha sabido convertir el trabajo del torno en arte y la tierra en memoria, demostrando que el barro gallego sigue teniendo mucho que contar.

Pablo Rodríguez, de Risco Estudio (Buño, Malpica de Bergantiños).

Creció entre talleres, barro y tradición, y tras formarse en Ingeniería en Diseño Industrial en la UDC, decidió unir arte, técnica y emoción en un proyecto propio: Risco Estudio, abierto en 2022 en A Coruña.

Risco es más que un taller: es un espacio de creación, formación y reflexión donde la cerámica se entiende como lenguaje contemporáneo.

El nombre de Risco, se inspira en la técnica tradicional del “risco” —esa incisión hecha con una canabeira en las piezas de Buño—, Pablo transforma lo heredado en vanguardia.

Sus colecciones fusionan diseño de producto, interiorismo y arte. Cada pieza está pensada para emocionar y conectar con quien la observa, como un puente entre lo ancestral y lo nuevo. Con Risco, Pablo demuestra que el barro no sólo conserva historia: también puede dibujar el futuro.

María Canedo, de Feituras (Buño, Malpica de Bergantiños).

En Feituras, el barro dialoga con la moda y la tradición se viste de vanguardia.

María Canedo, natural de Carballo y titulada en diseño de moda, lleva más de 25 años al frente del taller junto a su marido, Eloy Mancebo, heredero del negocio familiar.

Su llegada supuso un punto de inflexión: pioneros en combinar textil y cerámica, lograron unir dos lenguajes creativos en piezas únicas.

Sus obras beben de la memoria y de la fuerza de las mujeres que durante generaciones trabajaron a la sombra: cargando barro, sellando hornos, limpiando y decorando piezas.

Hoy, María recoge ese legado para transformarlo en arte y dar visibilidad al papel femenino en la olería.

Cada creación de Feituras desprende carácter, singularidad y una sensibilidad propia que convierte cada pieza en un pequeño universo.

En su taller, la tradición se reinventa, y la belleza surge del gesto cotidiano y la emoción hecha barro.

 

Alejandro Añón, de Alfarería Añón (Meder, Salvaterra do Miño).

La historia de la familia Añón es la de una tradición que viajó con el barro desde Buño hasta el sur de Galicia.

En su taller de Meder, en Salvaterra do Miño, Alejandro Añón mantiene viva la herencia de sus antepasados, los hermanos José y Manuel Añón, oleiros de Buño, Malpica de Bergantiños que se establecieron en la zona hace décadas.

Sus manos moldean el barro con el mismo respeto que entonces, creando piezas funcionales que son parte del día a día gallego: potes de queimada, tarteras, cazuelas y fuentes que unen gastronomía, fuego, tierra y tiempo.

Su taller es un lugar donde el pasado resiste al paso de los años: entre el barro procedente de Buño y Bóveda, el torno sigue girando con la calma y la precisión de siempre.

El suyo es un trabajo callado, de ritmo constante y saber heredado, donde cada pieza lleva consigo el eco de una Galicia que no olvida su raíz.

Porque en Meder, como en Buño, el barro no sólo se trabaja: se honra.

José Vázquez, de Alfarería Agustín (Niñodaguia, Ourense).

Niñodaguia, en Xunqueira de Espadanedo, conserva una de las últimas alfarerías tradicionales de Galicia, y en ella José Vázquez mantiene viva la llama de un oficio que pasa de padres a hijos.

Heredero de su padre, Agustín Vázquez, galardonado con el Premio Trayectoria 2019 de Artesanía de Galicia, José representa la siguiente generación de oleiros que trabajan con el característico barro de la zona, rico en caolín y que le profiere ese color amarillo; como José nos explica:

«El barro de aquí es más oscuro al sacarlo de la tierra, pero se va poniendo blanco según seca. Una vez le das el esmalte y lo vuelves a cocer, adquiere ese tono amarillo”.

De sus manos nacen jarras, chocolateras, canecos, huchas y tarros que conservan el brillo dorado del vidriado tradicional, reflejo de un trabajo minucioso y heredado.
Su alfarería combina historia y presente, tradición y renovación, manteniendo viva la autenticidad de Niñodaguia, donde cada pieza guarda un pedazo de memoria y de hogar. Cada una de sus piezas es testimonio de un legado familiar y del valor de lo hecho a mano.

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